¿Qué tan mal hacemos las cosas?
Cosas que haces mal. Estos son algunos de los titulares de la sección de moda de los diarios digitales. No hay muchas alternativas: o lo haces mal o ya te dirán cómo hacerlo mucho mejor. El lenguaje es aseverativo y poco simpático. Pero ¿de verdad que todo lo hacemos mal? El que redactó el titular tiene el mismo ánimo doctrinario del capataz que regaña al aprendiz. Nosotros somos el aprendiz. Y no es que nosotros seamos el sobrino de pocas luces del jefe, que por hacer un favor a su hermano, lo cuela en el taller para apartarlo de las malas influencias. No.
Tenemos entendimiento y somos voluntariosos. Queremos aprender. Pero eso al capataz le da igual. Se asoma por encima de nuestro hombro y sentencia: está mal cosido, está mal cortado o está mal delineado. Ni nos tiene ojeriza ni esta convencido de nuestra nulidad. No lo hace adrede, le sale así. Simplemente, le gusta la instrucción y usar los códigos de las señales de tráfico.
Cosas que haces mal. La situación fatiga, porque este lenguaje entre administrativo y pomposo, se extiende imparable a la cocina y a la cama. No hacemos nada bien. Siempre estamos en falta, aunque todavía no hemos llegado al delito.
De tanto hacer click, y de tanto abatirse sobre nosotros el capataz, uno se va aburriendo. De hecho, ¿para qué seguir haciendo las tareas, si de todas maneras me van a decir que no estarán bien? No debes, sí debes, permitido, prohibido, que sea la última vez, por hoy pase. Esto es muy antiguo y no funciona. Es mejor dar más confianza al aprendiz, que si no llega a maestro, al menos será hombre de criterio.
Cuando se formuló el algoritmo de la sección de moda de los diarios digitales, en algún momento, en mala hora, sacó la cabeza el enfurruñado capataz.